viernes, 1 de abril de 2016

Publio Virgilio Marón: La Eneida, vista por Jorge Luis Borges


Una parábola de Leibniz nos propone dos bibliotecas: una de cien libros distintos, de distinto valor, otra de cien libros iguales todos perfectos. Es significativo que la última conste de cien Eneidas. Voltaire escribe que, si Virgilio es obra de Homero, éste fue de todas sus obras la que le salió mejor. Diecisiete siglos duró en Europa la primacía de Virgilio; el movimiento romántico lo negó y casi lo borró. Ahora lo perjudica nuestra costumbre de leer los libros en función de la historia, no de la estética.

La Eneida es el ejemplo más alto de lo que se ha dado en llamar, no sin algún desdén, la épica artificial, es decir la emprendida por un hombre, deliberadamente, no la que erigen, sin saberlo, las generaciones humanas. Virgilio se propuso una obra maestra; curiosamente la logró.

Digo curiosamente; las obras maestras suelen ser hijas del azar o de la negligencia.
Como si fuera breve, el extenso poema ha sido limado, línea por línea, con esa ciudadosa felicidad que advirtió Petronio, nunca sabré por qué, en las composiciones de Horacio. Examinemos, casi al azar, algunos ejemplos.
Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de oscuridad para entrar en Troya; habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe que Troya fue destruida; escribe Troya fue. No escribe que un destino fue desdichado; escribe De otra manera lo entendieron los dioses. Para expresar lo que ahora se llama panteísmo nos deja estas palabras: Todas las casas están llenas de Júpiter. Virgilio no condena la locura bélica de los hombres; dice El amor del hierro. No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la oscura noche entre sombras, escribe:
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram

No se trata, por cierto, de una mera figura de la retórica, del hipérbaton; solitarios y oscura no han cambiado su lugar en la frase; ambas formas, la habitual y la virgiliana, corresponden con igual precisión a la escena que representan.

La elección de cada palabra y de cada giro hace que Virgilio, clásico entre los clásicos, sea también, de un modo sereno, un poeta barroco. Los cuidados de la pluma no entorpecen la fluida narración de los trabajos y venturas de Eneas. Hay hechos casi mágicos; Eneas, prófugo de Troya, desembarca en Cartago y ve en las paredes de un templo imágenes de la guerra troyana, de Príamo, de Aquiles, de Héctor y su propia imagen entre las otras. Hay hechos trágicos; la reina de Cartago, que ve las naves griegas que parten y sabe que su amante la ha abandonado. Previsiblemente abunda lo heroico; estas palabras dichas por un guerrero: Hijo mío, aprende de mí el valor y la fortaleza genuina; de otros, la suerte.

Virgilio. De los poetas de la tierra no hay uno solo que haya sido escuchado con tanto amor. Más alla de Augusto, de Roma y de aquel imperio que a través de otras naciones y de otras lenguas, es todavía el Imperio. Virgilio es nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace de Virgilio su guía y el personaje más constante de la Comedia, da perdurable forma estética a lo que sentimos y agradecemos todos los hombres.

 Jorge Luis Borges, Biblioteca personal.

Manuscrito, iluminado, de obras Virgilianas

Descripción Este manuscrito del siglo XV, conocido como el Virgilio Riccardiano, incluye el texto de las tres obras que todavía sobreviven del gran poeta romano Virgilio: las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida. Además, contiene 88 pinturas en miniatura en el margen inferior de muchas de las hojas de vitela. Las miniaturas (86 en la Eneida y otras dos, una en las Bucólicas y otra en las Geórgicas) se atribuyen al artista florentino Apollonio di Giovanni y a su taller. Aquellas que ilustran la historia de Eneas reflejan la influencia de Benozzo Gozzoli, quien en 1459 completó una serie de frescos en la Capilla de los reyes magos en el Palacio Médici Riccardi de Florencia. La influencia de los acontecimientos contemporáneos, en particular el Concilio de Florencia de 1439 (en el que una gran delegación griega trabajó con obispos occidentales para tratar de resolver las diferencias doctrinales y poner fin al cisma entre la ortodoxia oriental y Roma) y la caída de Bizancio en el año 1453, pueden verse en las pinturas en miniatura, sobre todo en los trajes orientales de muchas de las figuras representadas en la Eneida. Estos dibujos deslumbrantes de las vestiduras, resaltadas en dorado, púrpura y rojo, con el fondo arquitectónico de la ciudad de Florencia, conforman algunas de las iluminaciones más bellas de la época. En las Bucólicas y las Geórgicas hay una pintura en miniatura por cada texto y, en todo el volumen, hay numerosas iniciales decoradas de varios tamaños, diseñadas con motivos de ramas y vides. En el manuscrito aparecen varios dibujos incompletos sin colorear. De las 88 miniaturas, 19 solo están parcialmente coloreadas o son dibujos en espera de ser iluminados. Estas ilustraciones terminadas en parte ofrecen una ventana a los métodos del artista y a una mejor comprensión del proceso de creación de imágenes iluminadas.


(Para ir hasta el manuscrito, pulsen sobre la imagen)